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Hecho al gusto

  • Walter Andrei
  • 5 ene 2019
  • 5 Min. de lectura

En sus rostros se puede notar la emoción. Los sueños se reproducen sin parar dentro de sus mentes, imaginando lo que será, lo que les depara el futuro.

Entran a una edificación que se muestra por cualquier rincón de la ciudad —es una de las construcciones más altas que hay en la actualidad, supera por mucho a lo que alguna vez imaginaron los antiguos en sus historias de ciencia ficción—. Evidentemente no hay elevadores, sería muy aburrido y tardado; la forma de ascender es diferente, más... divertida, por decirlo de alguna manera. Más de ciento veinte kilómetros entre hora es lo que alcanza dicha majestuosidad que solo los genios que desarrollaron lo que dentro del edificio se hace podrían cubrir los gastos.


Photo by Alex Knight on Unsplash.


Está hecho por completo de recubiertas con transparencia absoluta, lo que permite visualizar todo el exterior y contemplar la ciudad en sus pies. El vértigo no es problema, ya nadie lo padece, hay lugares especiales que utilizan la tecnología de la VR para tratar diferentes traumas: "cualquiera lo puede superar, y por un precio que no parece real" es el lema de la empresa que se encarga de ello.


—¿Estás segura de esto? —inquiere un hombre de mediana edad para los estándares actuales.


—Definitivamente lo estoy —le contesta su acompañante. El primero supera por más de cuarenta centímetros al segundo, pero esa no es la única diferencia; el segundo carece de la colorida barba azulada que el primero goza, al igual que los mechones de cabello rosado, los senos del primero son notorios, mientras que el segundo sufre de peso elevado para su talla.


—Una vez aquí esas preguntas ya no pueden tener lugar —afirma una tercera voz proveniente de la figura que está entre ambos hombres.


Ambos la voltean a ver con intriga —no con extrañeza—, aquella no es una vendedora, sino su acompañante; misma con la que tomaron la decisión —junto con la cuarta que se ubica al costado del primer hombre.


Jinelop, Huandv, Thgad y Jahsn; hombre, mujer, hombre, mujer; respectivamente. No son dos parejas heterosexuales, es una multiareja bisexual. Bueno, realmente resulta ofensivo —y hasta en contra de la ley— indicarles un género. Aquella diferencia ya no existe, todos son iguales; ya no hay diferencias. Sin embargo, como es bien sabido, los lenguajes antiguos —como el español— son tan despectivos y vulgares que hacen una diferencia entre ambos género —hombre, mujer; él, ella—. Para ustedes, ignorantes del Languet, único idioma en la actualidad, tendré que hacer una diferencia —que realmente no existe— entre los cuatro individuos que les he descrito para que puedan comprenderme. Solo quiero hacerles saber —bajo su propia responsabilidad— que, como ya les había anticipado, Jinelop se ha colocado unos senos de tamaño bestial, mientras que Jahsn ha optado por implantarse un pene completo. En ambos casos, los miembros implantados son completamente funcionales, tal y como si hubieran nacido con él; pero sus padres no lo decidieron así. Pero los cuatro tienen la posibilidad de hacer de su cría lo que ellos quieran, ¡lo que ellos quieran!


—¡Bienvenidos! Supongo que conocen nuestros productos, por ello están aquí —afirma una onda sonora proveniente de un escritorio a medio camino—. Bien, quisiera ver sus avances.


Los tres colocan sus manos sobre el escritorio, al hacerlo un holograma se despliega sobre sus cabezas —o eso pareciera, realmente no es una proyección holográfica, aquella propuestas quedaron en bancarrota, era mucho dinero y tenían pésimos resultados. Realmente la imagen está siendo proyectadas en sus dispositivos FARI, mismos que funcionan con una tecnología similar a lo que antes era la AR. Para fines de confidencialidad son lo mejor, a diferencia de los hologramas, sólo las personas que tienen acceso a ver lo proyectado lo van a ver, todos en el mismo lugar pero desde diferentes ángulos.


—De acuerdo, parece que han llegado hasta el final de la solicitud —recita el escritorio, obviamente funcionando con algoritmos de AI, siguiendo el protocolo de aceptación de propuestas. Claro que adaptándose a su alrededor, el lugar no deja de ser una empresa, lo que quiere decir que tienen que convencer al cliente de hacer la compra. Para convencer de una compra no hay nada mejor que los sentimientos, y los algoritmos lo saben—. Bien, parece que Jinelop y Jahsn intentaron procrear con las técnicas de fecundación asistida de FecAsis, nuestra competencia, una lástima que mañana vaya a tener que declararse en quiebra, no pudo seguir adelante con sus métodos utilizando espermatozoides y óvulos. ¡Se quedaron demasiado atrás, así es esto de los negocios! Lamento mucho su pérdida, quisiera poder consolarlos, pero evidentemente no puedo; a menos que... A menos que me sigan, solo tomen ésto —aparece en el centro del escritorio una pequeña tarjeta, apenas del grosor de una antigua hoja de papel—. Con ella podrán seguir avanzando, y cuando lleguen al centro de mando la tendrán que insertar, dentro de ella ya se encuentran los requisitos del producto que han solicitado. Espero haber sido de ayuda, y el mayor de los éxitos para el futuro que les viene; seguramente va a ser el mejor producto que jamás hemos hecho. ¡Claro, gracias a sus cuatro padres! Ah, por cierto. Como bien saben, lo que más nos importa es su felicidad y satisfacción, es por ello que su producto tiene una garantía de veintiún años, justo cuando ya es maduro; ese día se hace el cobro. Cualquier defecto de fábrica sólo tienen que comunicarse por FARI y lo más rápido que podamos resolveremos el problema—hace una pausa para modificar el ambiente y posteriormente cambia su tono de voz—. ¡Bueno, qué esperan!


Las cuatro figuras avanzan llenas de emoción: por fin su sueño se va a cumplir. No se hablan entre ellos, pero se abrazan unos a otros, dándose el apoyo necesario para poder cumplir aquel sueño que los unió hace tiempo. Ese mismo que los hizo conocerse justo cuando dos de ellos lloraban en la acera por la pérdida de su embrión a los cuatro meses de gestación.


En sus rostros se puede encontrar la confianza que se requiere para pagar una cuenta millonaria, costo que tiene el producto que están a punto de adquirir al insertar la tarjeta: su propio hijo. Y lo mejor de todo, como su DNA es completamente hecho en laboratorio, son capaces de elegir todo. No nada más el color de los ojos, de la piel, el tamaño; ¡todo! Cuando digo todo quiere decir todo, incluso las enfermedades.


Photo by Zoltan Tasi on Unsplash.


Sí, las enfermedades; porque a final de cuentas no deja de ser un negocio, y en los negocios el que paga más se lleva el mejor producto, y sólo pocos pueden darse el lujo de tener los mejores. La tecnología cambia, el sistema no.

Créditos imagen de portada: Steven Roe on Unsplash


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