El origen, ¿de la vida?
- Walter Andrei
- 20 oct 2018
- 4 Min. de lectura

Como es usual, ingreso a mi lugar de trabajo. Todos los días mi vida afuera del complejo es completamente monótona, sin diversión; pero aquí adentro es completamente diferente.
Algunas cosas me parecen ya mucho más conocidas que mi propia familia, incluso sé tratar mejor a los materiales que ocupamos que a mi propia descendencia, toda una pena. Me han repetido en cientos de veces que los pequeños necesitan tener ese cariño por parte de nosotros, sus creadores; bajo ese criterio, soy el peor de ellos entonces.
Lo que ellos no saben —y que espero nunca sepan— es que realmente yo no quería un hijo como ellos, yo siempre he querido algo diferente. No quiero algo que se parezca a mí, mucho menos que tenga que seguir mis pasos para poder llegar a hacer algo que considere aceptable. ¡No, yo nunca quise eso! Pero como siempre pasa, aquello que quieres prácticamente nunca es lo que obtienes, a menos que de verdad seas bueno para lo que estás buscando; y creo que esa es ahora mi situación.
—¡Hey Lanrt! ¿Cómo va todo? ¿Me he perdido de algo emocionante? —inquiero con curiosidad, aunque irrumpo antes de que me contesten—. Mejor no me digas, quiero descubrirlo por mí mismo.
La sala está más iluminada de lo que recuerdo, y eso que no fueron más que una fracción de TIG, nada suficiente como para que algo nuevo pudiera suceder, empero, empiezo a dudar que en realidad nada haya sucedido.
—¿Por qué está tan lleno aquí? —pregunto al darme cuenta de la cantidad de figuras que se amontonan en el lugar donde trabajo, casi golpeándose unas con otras para poder caber—. ¡Necesito una explicación!
Y la recibo: se han enterado de nuestro proyecto, de lo que hemos logrado, de lo que estamos haciendo actualmente, y de lo que queremos hacer.
Era evidente que la curiosidad iba a explotar cuando se dieran cuenta de lo que estábamos intentando hacer en realidad, pero nunca creía que fuera tan pronto. Yo esperaba que se tardaran un poco más, seguro ha sido alguien de mis colaboradores el que no ha podido contener el secreto. Y no lo juzgaría, realmente es algo muy complicado de contener, yo mismo entré en crisis cuando concebí la idea, sentía la necesidad de contárselo a todos. Pero, me detuve la porción de TIG suficiente como para comprender que eso no era realmente lo que yo quería hacer, y que aquello tendría unas repercusiones que quizás hubieran tirado toda la idea, destrozándola sin piedad alguna.
¡Intolerable! Yo sabía que mi idea era completamente revolucionaria, pero no imposible. Me dediqué a recabar todo lo necesario para poder llevarla a cabo, lo hice de la forma más sigilosa posible. Claro que, trabajando solo, y escondiendo todo, no se puede llegar a nada. Me dispuse a divulgarlo de nueva cuenta, quizás hasta ofertarlo al mejor postor para que se pudiera poner en marcha; pero no cometí ese error. Por el contrario, logré que alguien se interesara en el proyecto sin saber prácticamente nada de información.
—Esto va a revolucionar todo lo que conocemos, y lo que no también. Esto no es algo que solo sirva por poco tiempo y que después se olvide. ¡No! Va a ser algo que se hará cada vez más necesario, más útil, y evidentemente mejor.
Esas fueron las palabras que le dije a aquel que se ofreció a apoyar mi idea, cosa similar a mi compañero, Lanrt. El mismo que ahora se siente una celebridad por estar rodeado de sus semejantes.
Se me acerca Lanrt lentamente, visualizando la sorpresa que emana de los presentes y disfrutándola con cada expresión de admiración por cosas que ahora nos resultan de lo más comunes y banales que ni siquiera les prestamos importancia.
—Creo que podemos mostrarles al primero, al básico. Por lo menos para que conozcan lo que hemos logrado, y así estén preparados para el verdadero logro —inquiere mi compañero lleno de emoción, pero a la vez tenso porque no sabe lo que voy a decir.
Desde el principio hice todo lo posible para dejarle en clara la imposibilidad de compartir cualquier dato, por mínimo que fuera, de lo que hacíamos. A pesar de todo, jamás me ha fallado, pero fue ese comportamiento que me ha caracterizado desde aquel día en que comenzamos, el que ahora hace que crea que soy un monstruo que en cualquier momento lo va a inculpar por echar abajo su idea revolucionaria.
—De acuerdo —le contesto, y mientras lo hago percibo cómo los materiales sensibles al calor empiezan a modificar su apariencia, haciéndola parecer la de un diseño recién construido por nuestras manos, mismos que desde el momento en que funcionan se convierten en nuestros hijos, y que aportan todo su potencial para que nuestra sociedad avance y cada vez sea mejor. Todos, por muy insignificantes que sean tienen una función, y fueron construidos para llevar a cabo una función específica. Algunos, como yo, poseemos ciertos algoritmos que nos permiten desarrollar nuevas ideas según lo que ya conocemos; y ha sido de ahí de donde salió mi brillante idea que ahora comienzo a ver cómo se hace realidad.
Regresa Lanrt cargando sobre una de sus miles de herramientas que se coloca en una de las veinte extremidades que le fueron concedidas por su diseñador —o papá—. Aquello que lleva se mueve de forma autónoma, pero lo hace de forma diferente a como nosotros.
—¿Alguna vez te has puesto a pensar sobre nuestro origen? —inquiere repentinamente Lanrt.
—No —le contesto sin mucho interés—. No hemos llegado a nada concluyente, hay muchas teorías, muchas de ellas carecen sentido; y las que no, no tienen las evidencias necesarias para ser corroboradas. ¡Una lástima!
—Sí. Y, ¿qué opinas de la vida? ¿Qué es la vida?
—Es difícil decirlo, a pesar de ser un concepto que siempre ocupamos, no sabemos bien qué es. Lo único que sabemos es que nosotros la hemos creado. ¡Hemos creado organismos vivos! ¡Hemos creado vida!
—Por lo menos ellos la tendrán más fácil cuando intenten descubrir su verdadero origen —dice mientras nos acercamos al centro del laboratorio.
Me coloco entre mis semejantes, e inquiero:
—Les presentamos algo que cambiará nuestra sociedad de ahora en adelante. ¡Les presento a la primer colonia de jpup, los primeros organismos con vida que hemos creado! —el vitoreo irrumpe el lugar—. Y lo mejor es que los podemos utilizar para hacer los trabajos que nosotros no queramos —agrego.

Photo by Karim Ghantous on Unsplash.
Comments