Nuestra historia
- Walter Andrei
- 22 jun 2019
- 4 Min. de lectura

Despierto por culpa del frío abrumador de la tundra. Miro a mi alrededor: vacío, nadie me acompaña.
Dejo que mi vista vaya más allá de mis narices y encuentro a mi tribu. Un grupo de no más de cien, todos juntos formando un círculo; todos excepto yo. En la lejanía puedo ver a mis padres, ambos con siluetas similares, a un costado de ellos se encuentran sus demás hijos. Aquellos con los que compito todos los días por alimento, por atención, por sobrevivir.
En total somos cuatro los que surgimos al mismo tiempo, fue relativamente normal, usualmente nacen entre tres y seis en cada parto. Aunque uno de los integrantes de nuestra tribu tiene es todo un hito, tuvo en una ocasión ocho. ¡Ocho! En una sola parida, dicen que seguramente es de los pocos sobrevivientes de La Normalización, he escuchado mucho al respecto, pero sigo sin poder comprender realmente lo que es, y sinceramente no creo que nadie lo haga, nada de lo que dicen me parece razonable.
La Alkena comienza a ponerse por el Este, su resplandor ilumina el rostro de todos y cada uno de los integrantes de mi tribu. Un nuevo día qué soportar me digo con exasperación. De una u otra forma, jamás me he sentido realmente parte de este grupo, siento como si realmente no perteneciera a mi tribu.
Todos avanzan en dirección al Sur, donde parece que hay mejores condiciones de vida y más alimento. Yo simplemente quisiera detenerme, admirar lo que nos rodea, y esperar porque algo más pase. Hay momentos en los que quisiera que las cosas simplemente llegaran, que uno pudiera quedarse esperando porque llegaran, y no tener que estar buscándolas; pero nadie comparte esa ideología, o eso es lo que me dijeron mis cuatro padres cuando les comenté mi forma de pensar hace algunas apariciones de la Alkena.
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Cada vez el clima es más cálido, el pelaje que nos cubría ya no nos beneficia del todo, incluso llega a perjudicar. Hemos andado por más del doble de apariciones de la Alkena de las que soy capaz de recordar, simplemente se ha convertido en un avance infinito, casi sin sentido, simplemente avanzar, avanzar y avanzar; sin detenerse en lo absoluto. Pero nadie dice absolutamente nada, desconozco si es porque consideran que es el correcto, o realmente no les interesa, simplemente avanzan porque al hacerlo siguen consiguiendo alimento para sobrevivir un día más.
Los paisajes de este lugar son muy diferentes a los de donde venimos, antes todo era blanco con trazas de azul, aquí hay una paleta de colores mucho más variada, aunque prevalece mucho la tonalidad gris, parece que es algo que tiene en común la mayoría de las cosas que nos rodean. Muchas de ellas parecen estar envueltas por flora de la región de tan diversos colores que creo sentir cómo mis fotoreceptores se saturan. Veo objetos moverse de todas formas, todo rodeando a las estructuras grises, apenas perceptibles, pero están presentes en propiamente cualquier dirección en la que mire. Observo un espécimen color rosa recostado sobre una zona poco provista de color, con una apariencia dura y seca. Me acerco, espero a que salga corriendo en señal de miedo; pero no sucede, al contrario, se acerca también a mí.
Acerca su hocico a una de mis extremidades delanteras, todavía en el suelo para soportarme. Me levanto, detengo todo mi peso con las dos extremidades inferiores y me levanto por los aires. El pequeño ser comienza a temblar mientras me ve levantarme y erguirme, no soy capaz de identificar alguna expresión en su rostro, ni tampoco emite sonido alguno, simplemente sale corriendo a toda velocidad, alejándose de mí con lo más que sus capacidades le dan.
Decepcionado vuelvo a tomar la posición de cuatro extremidades en el suelo para poder avanzar, mientras lo hago me quedo pensando: ¿qué fue lo que hice para poder espantarlo? No encuentro una respuesta sensata, pero mientras más veces intento recordar, más me parece que fue en el momento en que se percató que podía colocarme en dos extremidades. Como si verme erguido le produjera algún tipo de pánico, el mismo que sufrían las presas que teníamos en los paisajes helados donde radicábamos antes.
Me acerco lentamente al lugar en donde se encontraba el ser, en una primera aproximación pareciera no tener nada especial; pero vuelvo a observar, y algo llama mi atención en esta ocasión.
Algo parpadea en la esquina que forman dos estructuras grisáceas. Sin precaución alguna, guiado simplemente por la curiosidad lo tomo y regreso a donde mi tribu para mostrarles mi nuevo hallazgo.
Cuando me acerco hago lo posible por llamar su atención, no la obtengo. Vuelvo a intentar, en esta ocasión voy directo hacia donde uno de mis padres se encuentra, me subo en su espalda y le muestro lo que acabo de encontrar. Lo siguiente que veo es cómo lo que me rodea da vueltas en todas direcciones, el objeto que traía incluido. En el momento que dejo de rodar por el suelo y puedo volver a plantarme sobre mis cuatro extremidades me percato de que he obtenido lo que quería, pero no de la forma que había esperado.
Todos hacen un círculo rodeando el objeto, viéndolo de lejos, ninguno es capaz de acercarse y tomarlo para verlo. Es ahí donde me siento con la posibilidad de sentirme importante por vez primera dentro de la tribu.
Tomo con una de mis extremidades inferiores el artefacto y camino con las delanteras, me coloco en el centro del círculo que formaron y me detengo. Cuando lo hago algo parecido a aquello que sale de Alkena llena el lugar, lo hace con tantos colores como los que nos rodean, pero diferente, los de las cosas que nos rodean son estáticos, mientras que los del artefacto cambian y cambian. De pronto algo hace que lo suelte y el pánico se apodere de mí. Justo cuando estaba admirando cómo cambiaba de color, el artefacto se movió, de la misma forma en que lo hice el ser color rosa. El silencio se apodera de la tribu. Sé lo que están pensando, yo también lo hice, es una pregunta, una que desencadena miles y miles más: ¿ese objeto está vivo? Esa pregunta lleva a muchas otras. Una de ellas: ¿qué significan los símbolos que lo acompañan? Se ven como:
"Nokia"
Créditos imagen de portada: adrian on Unsplash.
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