top of page

La cruda realidad (Tercera Entrega)

  • Walter Andrei
  • 11 may 2019
  • 5 Min. de lectura

La pantalla le ilumina una sección de la retina, tanto como para poder visualizar lo que está viendo si uno se para a una distancia focal de distancia.

—¡Hola amor! —agrega Nasid con euforia— ¿Cómo te va? ¿Qué tal te fue en tu reunión? Seguro que ya consiguieron más avances.


La respuesta no se hace esperar más de lo necesario, a la velocidad de la luz la respuesta tarda apenas un par de minutos en llegar.


—¡Hola! —contesta otra figura a saludo de Nasid, con el rostro igual de exaltado. Un gesto con la mano se hace presente en la mirada de Nasid, a pesar de la verdadera distancia que separa a Foreb. Le contesta el saludo con otro gesto con el brazo que igual resalta la emoción de ver de nueva cuenta a su ser amado— Todo por acá excelentemente bien, incluso mejor de lo que esperaba.


El gesto de felicidad ilumina el rostro de ambos, accionando aquellos músculos del rostro que únicamente un circuito neuronal particular puede accionar —y que se activa de forma instintiva, no controlada—. Ni queriendo fingir su mejor sonrisa pudieron haber logrado los mismos resultados, de hecho no se puede, una sonrisa de felicidad es completamente contrastable contra una fingida, forzada, aquella que se utiliza para enmascarar las emociones. Ambos reconocen la sinceridad del gesto, y descansan de forma interna. La distancia siempre es un factor para que decaiga la confianza en la relación piensa Nasid mientras despeja de su mente cualquier duda que pudiera haber tenido de su pareja.


La tensión se relaja por ambas partes, ergo toman respectivas posiciones cómodas para poder platicar todas las aventuras que el otro se ha tenido que perder debido a la distancia que los separa.


—Bueno, ¿qué ha salido tan bien que te tiene tan feliz? —inquiere de forma esperanzada Nasid.


—Tienes que adivinar —Foreb reconoce el gesto que se forma en la figura que observa, es de decepción. Él sabe mejor que nadie que a Nasid no le agradan las adivinanzas, que siempre ha sido un completo fracaso para ellas. Pero no le interesa, quiere hacerla sufrir unos momentos, para que la sorpresa sea mayor—. No está muy difícil.


—No se vale —el gesto de Nasid no cambia muestra contesta, pero el de Foreb sí; suelta una risotada, una como hacía tiempo no se le veía, quizás desde que lo obligaron a separarse de Nasid hace ya varias décadas terrestres.


Nasid disfruta volver a ver sonreír de esa manera a Foreb, a escuchar lo agitado de su corazón por la falta de oxígeno por no poder contener la risa, disfrutar de aquel olor particular que libera su pareja al sudar, solo le falta sentir la piel húmeda y rasposa que caracteriza a aquel ser del que alguna ocasión cayó en completa pasión.


La plática no se desvía, por más que Nasid lo intenta para poder preguntar después por la respuesta, Foreb no lo permite. Quiere que lo adivine, sabe que de esa manera la emoción se va a desbordar por aquellos ojos naranja que lo conquistaron hace ya bastante tiempo, y que le siguen causando estragos internos al verlos, que lo desnudan y abren la puerta para ver en el interior de aquella persona que una vez se le acercó y le pidió ayuda para llegar a un lugar.


—¡Ya dime! No voy a adivinar jamás, lo sabes bien —inquiere Nasid, intentando simular una voz enojada y frustrada a la vez.


—Sabes que eres un fracaso fingiendo, tus ojos te delatan; sé perfectamente cuando en realidad estás enojada. Ahora menos te voy a decir —asevera Foreb con una sonrisa—. Te voy a dar una pista, y es lo más que puedo hacer para ayudarte, y no nos vamos a despedir hasta que logres adivinar. Tiene que ver con volvernos a ver.


—¡Qué! —grita con todas sus fuerzas Nasid, dejando lastimados los tímpanos de Foreb, incluso los suyos también resienten la intensidad de las vibraciones, tanto que hacen sufrir sus cócleas—. ¿Te acortaron el tiempo para regresar? ¡Dime que es eso!


Foreb no contesta, pero no es necesario, su rostro lo delata.


—¡Amor! Es lo mejor que me han dicho en años —sigue gritando, sin poder contener las lágrimas—. ¿Cuánto tiempo? ¿Qué lograste? ¿Cuándo regresas? ¿Cómo le hiciste? ¿Quién te redujo el tiempo, fue...


—Tranquila, no puedo contestar tantas preguntas tan rápido. Con el rabillo del ojo ve una pequeña indicación en la parte superior izquierda de la imagen donde se encuentra Nasid; hace un pequeño gesto con el ojo y un sonido se hace presente en la habitación donde se encuentra.


Un indicador aparece en la parte superior izquierda de la imagen donde Nasid observa a Foreb. Camina hacia un rincón de la estancia en donde se encuentra. Junto a ella un artefacto de un tamaño similar a ella comienza a acercarse.


Ambos voltean a ver la figura que se les acerca, primero es completamente oscura, tanto que causaría pesadillas a un niño de corta edad. Justo al centro de la figura oscura aparece la famosa imagen que hace esperar a millones, la que ahora les da esperanzas y fuerzas, aparece con un indicador absolutamente conocido: cargando.


Lentamente cada uno de los billones de pixeles van tomando sus respectivas tonalidades debido a la combinación de los colores primarios, y con ellos la imagen que esperaban ver.


Lo primero en aparecer en el artefacto de Foreb son las piernas de Nasid, esbeltas, tal y como las recordaba. En el de Nasid lo primero que toma forma es la espalda, rápidamente reconoce todas y cada una de las lesiones que caracterizan aquella sección de su amado.


Apenas se percatan, las imágenes están totalmente cargadas, ahora frente a ellos tienen una perfecta réplica de la persona que desean tener junto. Se toman de las manos, cada uno con su respectivo dispositivo, pero no es más un simple dispositivo inerte, se ha convertido en esa persona, perfectamente replicada, más allá de lucir como esa persona, huele como ella, habla como ella, se siente como ella. ¡Es una réplica de ella!


Se besan, lo hacen como si no lo hubieran hecho en milenios.


Incluso sabe como ella llegaron a decir ambos la primera vez que lo probaron. Ahora ya les resulta común ocupar este artefacto para poder estar más cerca de sus seres amados, incluso lo suficientemente cerca para no sentir la lejanía.


—¿Cuándo vas a regresar? —susurra Nasid en el oído del artefacto, Foreb lo recibe del suyo en el mismo lugar donde lo ha mandado su amada. Lo vuelve a besar, una y otra vez.


—No voy a contestar —responde, y la vuelve a besar, ahora con más fuerza. Nasid recibe aquella presión del artefacto. La temperatura comienza a subir en sus cuerpos, perfectamente replicada por sus respectivos artefactos, haciendo el contacto más placentero—. Te voy a contestar con una sola frase: esta será la última vez que lo tengamos que hacer a través de material inorgánico, la siguiente sentirás mi piel de verdad.


Otra ráfaga de besos se hace presente, una a una las prendas de cada uno vuelan por los aires, arrebatadas por las manos de los artefactos sobre los cuerpos de los apasionados.


Para cuando es necesario, la forma de los artefactos ya está completamente adaptada a la de la figura que intentan simular. En el momento de la venta quedaba perfectamente claro: con capacidad de simular relaciones sexuales, como si el otro estuviera con usted. Es eso lo que están probando una vez más Nasid y Foreb, y aseguran siempre han quedado satisfechos con el resultado.

Créditos imagen de portada: Joshua Sortino on Unsplash.

Commentaires


bottom of page