La cruda realidad (Segunda Entrega)
- Walter Andrei
- 11 may 2019
- 4 Min. de lectura

Se asoma por una orilla, no observa absolutamente nada diferente a como lo recuerda.
Una mirada se aprecia por el costado de la puerta, asoma los ojos con soltura. El reflejo del pequeño Anetj se aprecia en el traje completamente metálico que lleva montado el ser del que intenta ocultarse.
Anetj vuelve a sacar su cabeza para admirar a su enemigo. Parece ocupado se dice, intentado con esto convencerse de que puede cruzar hacia el otro lado sin posibilidad de ser visto.
Adelanta un pie, después el otro; y cuando está decidido a correr en dirección a su destino, el guardia metálico gira su cabeza. El niño retrae lo más que puede sus extremidades con la intención de no ser visto, se oculta de nueva cuenta detrás de la pared opaca hecha de un material poco usual.
Sigue con la mirada la cabeza del guardia, esperando con esto adivinar hacia dónde está puesta su atención. No le resulta del todo, pareciera como si el guardia pudiera ver hacia todos lados sin descanso, independientemente que siempre le esté dando la espalda.
Da un paso, sigiloso, con toda la cautela de la que es capaz. El suelo hace pequeños crujidos, casi imperceptibles cuando avanza. Siente como si su cabeza fuera a explotar, un dolor aterrador, algo que quizás nunca antes había experimentado, tan solo en vagos recuerdos: recuerdos que todos tienen.
Uno tras otro sus pasos se van haciendo presentes. Izquierda, derecha, kceux; izquierda, derecha, kceux se repite Anetj con cada paso que da. Uno tras otro, sus tres extremidades inferiores le dan la posibilidad de avanzar, de alejarse del guardia que tanto disgusto —no, miedo— le da; porque son cosas diferentes, incluso a nivel sistema nervioso. Sus músculos se contraen, unos y después otros, todos en perfecta sincronía, como si hubiera pasado años y años practicando, cayéndose una y otra vez, así como lo hacen los seres humanos. Pero no, el apenas una hora después de haber sido creado ya podía caminar, correr, hasta saltar. ¡Una envidia para la raza humana!
Se encuentra a menos de tres pasos de su destino cuando escucha un crujido, aunado a él, una sensación térmica de cero absoluto le pincha la primera vertebra, dejándolo sin capacidad de movimiento.
—¿Qué es lo que intentas hacer? —farfulla una voz monótona detrás del cuerpo gélido y metálico, Anetj no lo puede ver, está de espaldas, pero resulta evidente quién es el que le está imposibilitando el escape.
—Na... Na... —tartamudea el pequeño niño, totalmente paralizado, incapaz de establecer un canal comunicación estable. Su mente ya no está en el que aquí ni en el ahora, él ya está pensando en las consecuencias de sus actos, en lo que le van a hacer—. Nada —logra completar.
—Identifícate —inquiere el guardia con la misma voz monótona.
—Sabes perfectamente quién soy, no hay necesidad de hacer todo según los viejos protocolos, todos sabemos que estamos completamente identificados, incluso antes de nacer —argumenta, no dirigiéndose al guardia, lo hace como si le hablara a algo más, que lo estuviera observando de forma omnipresente. No obtiene respuesta alguna, simplemente se queda en un silencio sepulcral, y eso lo reconforta, lo hace sentir mejor.
Sabe que ha fallado en su cometido, que ha sido un total fracaso. la decepción lo abruma, lo llena completamente y lo deja paralizado; tan solo espera por el momento final, el tan esperado final del que sabe será acreedor por sus acciones: ese final es la muerte. Pero no una muerte como se conoce por los seres humanos, sino algo mucho mejor, sin luz al final del camino, sin encontrarse con los demás y quedarse allí por siempre, sin posibilidad de reencarnarse, sin vivir por siempre. Nada de eso, tan solo una muerte inmediata, indolora e inocua, una muerte que no causa estragos, y mucho menos tristeza.
***************
La muerte llega, todo queda exactamente como antes, la única diferencia es que yace un cuerpo sobre el suelo. Cientos de luces se encienden, haciendo posible admirar la realidad del lugar: un cuarto totalmente cerrado, pero a su vez completamente vigilado, todos y cada uno de los movimientos llevados a cabo en el lugar quedan registrados; pero este cuarto es apenas una sección de un recinto que se extiende por el horizonte, y que deja sin aliento incluso a los más exigentes; su belleza no recae en su exterior, sino en su interior, en lo que contiene.
El lugar fue construido hace cientos de años, y sigue dando la apariencia de estar intacto. Dentro de este se encuentra La Resistencia, una con una cierta similitud con la formada por el grupo del "Gran Dan" en el mundo de Alita: Battle Angel. La diferencia: su propósito, La Resistencia busca algo mucho más profundo que la simple destrucción de la ciudad de Typhares.
Un estruendo se hace presente en una de las secciones centrales de la edificación donde La Resistencia se ubica, y aquello significa una nueva creación, lista para ser sometida a pruebas.
ECA es la manera en que se refieren a su edificación, nadie sabe el origen de la palabra, pero cuentan que proviene del languet. ECA posee cientos y cientos de cuartos completamente cerrados, donde se ponen a prueba sus nuevas creaciones, sin descanso, los hacen equivocarse una y otra, y otra vez, logrando con esto obtener tantos datos como les sea posible. El procedimiento es sencillo, pero eso no le quita lo complejo; proviene de una colaboración monstruosa, que da como resultado la creación de cientos de miles de experimentos en cuestión de horas. Unos se dedican a analizar el comportamiento, otros la respiración, otros los signos vitales, otros la visión, otros las decisiones, sentimientos, memoria, disposición, métodos de evadir, lenguaje, movimientos, todos en conjunto analizan la gran cantidad de datos obtenidos en cada uno de los experimentos. La idea: mejorar. Por eso cuando sus experimentos fallan, los matan; analizan lo que hizo y lo mejoran, todo para crear uno que sea completamente infalible en todas y cada una de las situaciones, imparable. Uno que cumpla con el objetivo que buscan, aniquilar a la...
Créditos imagen de portada: Daniel Chen on Unsplash.
Comments