La cruda realidad (Primera Entrega)
- Walter Andrei
- 11 may 2019
- 4 Min. de lectura

Todos saben del tema, lo han sufrido, lo han vivido. ¡Es la actualidad!
—¿Ya escuchaste sobre los rumores que vienen del Este? —le pregunta Genep a la persona que tiene enfrente.
—Sí, apenas ayer por la tarde me enteré de ello. Tnist llegó ayer por la noche con los munfs, mi dijo que a ellos les llegó la información apenas cuatro horas después de que sucediera el atentado.
—Sigo sin poder comprender cómo puede estar con ellos. Por más que yo intentara enlistarme en sus reservas, no podría soportar el saber que estás a cada segundo arriesgando tu vida por los demás.
—Bueno, seguramente es algo con lo que ya naces; para lo que fuiste creado —replica Nadls con severidad, apostando las miserias que tiene por ello.
—Definitivamente, y yo no fui creado para nada de ello. A mí me hicieron diferente: cobarde y tímido, pero me fue dado el don de la inteligencia. De eso no puedes quejarte —Genep suelta una risotada, no por el comentario de Nadls, sino por la forma de caminar de un transeúnte que intenta cruzar el camino de piedras que conecta las diferentes localidades que se intersecan en ese punto.
La persona que intenta cruzar perdió una de sus piernas, nadie en el poblado sabe la razón; siempre se ha mantenido oculta. Algunos especulan que se la cortó porque cayó en la locura, otros simplemente especulan que es un resultado de su inutilidad en el frente de combate; pero nadie sabe en realidad lo sucedido. Avanza tres o cuatro pasos más cuando se tropieza con una roca del tamaño de una pelota del juego antiguo donde se utilizaba un pedazo de metal o madera para golpearla y mandarla lo más lejos que se podía, intentando correr lo más posible en una dirección antes de que te tocaran con ella.
Desde el comienzo de El Deterioro algunas personas se han dispuesto a guardar cualquier artefacto de la vida cotidiana anterior, con la premisa de que, cuando El Deterioro se acabe pudieran llegar a tener un valor incalculable. Entre ellos se ha creado un mercado negro, así como una red de distribución criminal, donde diversos grupos hacen todo lo posible por conseguir cualquier cosa que perteneciera a la época anterior a El Deterioro.
—¡Idiota, a ver si te fijas por dónde caminas! —grita Nadls en dirección a la figura que yace sobre las rocas manchadas de sangre fresca proveniente del costado izquierdo de su cuerpo—. Sigue cayéndote por tus inútiles saltitos y vas a acabar manco también.
Ambos jóvenes se siguen riendo mientras se adentran en su colonia. No hay necesidad de que visualicen sus alrededores para poder reconocer dónde tienen que girar, ni cuánto avanzar; ya lo saben de memoria, han vivido aquí toda su vida. Llegan al final de un callejón y se topan con un hedor particular que les hace identificar que han llegado a su destino: su hogar. Construido con residuos de todo tipo, ninguno con utilidad real en la actualidad; pero que aparentan haber dominado el mundo tiempo atrás. Cristales, plásticos, metales, todos combinados en una mezcla heterogénea difícil de separar, pero suficientemente sólida como para albergar un hogar de menos de veinte metros cuadrados.
Ambos se acercan a un lugar donde tienen almacenados los recursos que utilizan para alimentarse, dentro de ellos se pueden encontrar algunos restos de carne cercana a la putrefacción y algunas reliquias antiguas como productos enlatados y en envases de plástico.
—Parece que nos hemos excedido, ya va a ser tiempo de rellenar nuestra reserva, ¿cuándo crees que nos traerán algo comestible del frente? —inquiere Genep con frialdad, expresando únicamente una cosa: preocupación.
—No tengo idea, pero Tnist me dijo que…
—¡No me interesa lo que te haya prometido aquel imbécil! —farfulla con intensidad, impidiendo que Nadls pueda proseguir—. Sabes perfectamente cuántas veces nos han fallado. Cuántas veces nos han mentido diciendo que no han encontrado alimento por ningún lado, pero ellos no se ven desnutridos en lo absoluto. ¡Nunca he visto a uno de ellos caerse de hambre como cientos de nuestros compañeros en la comunidad!
La expresión de Nadls expresa su incapacidad de negar lo que su pareja le ha dicho. Simplemente agacha la cabeza y recibe las acusaciones de Genep como si fuera su culpa. Guardando silencio y meditando si algo de lo que él ha hecho ha sido partícipe para que aquello sucediera. Genep lo conoce perfectamente, se acerca a él suavemente y comienza a abrazarlo.
—Sabes que no he querido decir que es tu culpa —le susurra en el oído—. Simplemente he explotado, sabiendo que ellos se aprovechan de su poder, y aprovechándose de que nadie les puede hacer frente todo lo que hacen.
Nadls asiente con la cabeza, pero aquello no impide que siga en su mente pensando sobre lo que él pudo haber hecho para provocar aquello. Hay algunos recuerdos que no lo dejan liberarse de la culpa, de la opresión que le genera el saber de que quizás fue él quien propició que fueran así.
Genep recorre el cuerpo de Nadls suavemente, acariciando cada sección de su cuerpo con delicadeza. Mientras lo hace se acerca cada vez más, pegando cada uno su cuerpo al del otro. La mirada en Nadls sigue perdida en la heterogeneidad de las paredes de residuos inorgánicos que los rodean, apiladas en bloques comprimidos que forman toda la estructura de lo que intentan llamar hogar.
No hay rastro alguno de artefactos donde puedan recostarse excepto por la rudeza y frialdad del suelo de roca, misma que tiene sus cuerpos repletos de jalones. Sin importarles aquello, mientras más acercan sus cuerpos totalmente desnudos, se dejan caer sobre el suelo, uno encima del otro.
—No en este momento —recita un poco disperso Nadls, intentando salir de sus recuerdos para regresar a la realidad.
—Calla —agrega Genep en un susurro, mientras sigue recorriendo la áspera piel que protege el interior de su pareja. Pero, justo cuando intentaba juntar los órganos sexuales de ambos, un golpe retira su mano, del cuerpo del otro.
—¡Maldita sea! ¿Eres estúpido o qué? —masculla con rabia Nadls mientras retira ferozmente a Genep de su cuerpo— ¿Quieres traer un puto hijo a este mundo de mierda? No quiero traer otra persona a sufrir este infierno, suficiente con nosotros.
Créditos imagen de portada: Samuel Zeller on Unsplash.
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