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Jamás dejas de leer

  • Walter Andrei
  • 24 nov 2018
  • 4 Min. de lectura

Estoy recostado en mi cama, absorto en lo que estoy haciendo.

El clima afuera es de lo peor, la tormenta no deja siquiera ver a más de dos metros de mi ventana, las gotas son más grandes de lo que recuerdo: calentamiento global, o por lo menos eso nos dicen todos los días. A veces no prohíben salir de nuestros hogares por los daños que puede causar la radiación solar, otros —como hoy— la lluvia no permite en los absoluto estar saliendo sin razón alguna; pero hay ocasiones en que el granizo pasa a ser peligroso debido a su tamaño, y todos los fenómenos que ahora acarrea.


No me preocupo por ahora, es una tormenta nada más —aunque eso no quite el riesgo de que las calles comiencen a inundarse—. Por lo pronto no hay riesgo, así que toda mi atención se encuentra en las hojas de celulosa que tengo frente a mí, que se encuentran encuadernadas de la misma manera en que lo hacían hace varias décadas.


Usualmente lo libros son electrónicos, todas las nuevas publicaciones son lanzadas de forma digital; y son raras las que se imprimen. ¡Cómo pudieron hacernos eso! Ellos no saben lo que es tener un libro nuevo sobre las manos, presenciar su aroma, disfrutar del paso de los dedos a través de las páginas cuando le das vuelta, cuando avanzas. Todo eso se ha ido al carajo, uno ya no puede disfrutar una buena lectura. Quizás muchos no comprendan esto, pero aquellos buenos lectores sabrán que no es lo mismo ver simples valores de extremos en saturación en los canales RGB de un display, que tener sobre sus manos muestras de tinta sobre celulosa. Empero, ya ni siquiera es celulosa, ahora es otra cosa, dicen que es un nanomaterial, que cuenta con propiedades biodegradables y que no requiere de matar árboles en los absoluto, además, pueden agregar ciertos anillos aromáticos para darle un aroma casi personalizado. ¡Hay un maldito catálogo de los aromas que puede tener tu libro!


Ciertamente no es lo mismo que antes, pero resulta acogedor que uno siga con las antiguas tradiciones. Un libro no deja de ser un libro porque no está en hojas de papel, pero se siente muy diferente leer un libro que no está en hojas de papel; o por lo menos eso me parece a mí. Claro que ahora ya no se piensa de la misma manera, y hace algunos años pensar así era digno de repulsión social —cuestiones ambientales, amor por el planeta, cuidar los árboles, concentraciones de oxígeno— todas esas cosas que las generaciones anteriores a la nuestra se dedicaron a hacer desmesuradamente, y que nos impusieron la necesidad de resolverlas y afrontarlas sin que ellos hicieran cosa por intentar corregirlo. Ahora nosotros afrontamos el problema, y todos los conflictos que eso conlleva, tuvimos que cambiar nuestra forma de pensar, de actuar y hasta de sentir. Porque muchas de las cosas que nos gustaba sentir eran causantes de una gran contaminación, ya sea por la industria a la que pertenecían, los desechos cuando se dejaba de ocupar, o por el simple hecho de que la distribución excesiva causara problemas ambientales. Todo eso lo tuvimos que afrontar, e intentamos resolver, pero ciertamente no se ha logrado —y a mi parecer nunca se va a lograr—. Ergo, aquí me tienen, encerrado debido a un cambio climático que yo no provoqué, leyendo un libro que, por lo menos yo, ya no considero un libro. Aunque, sea o no sea libro, no deja de ser interesante. ¡Qué maravillosos son los libros!


Aquel que escribió el libro seguro que me entiende, escribe precisamente de lo que ahora y reniego, de lo que me aqueja; sabe sobre el pasado más de lo que yo pudiera aprender en años de estudio —hay demasiada información, y mucha de ella es repetitiva y poco informativa en realidad—. También conoce a la perfección los problemas sociales que aquejaron durante el cambio del que he estado hablando, aquello de la transición entre "el humano se merece todo, no importa cómo lo obtenga" a "el humano se merece todo, pero únicamente lo que puede sustentar". El cambio de ideología no se puede englobar en apenas unas cuantas palabras, pero tampoco se ha podido hacer en un texto lleno de líneas, porque la controversia es insaciable, todos quieren aportar, pero nadie quiere aceptar lo que los demás dicen.


"Había momentos en los que me ponía a leer, me sentaba en el sillón de la sala cuando la tarde fría, colocado a un extremo de la chimenea para poder calentarme. La combinación entre el hedor de la leña en combustión, y el aroma que libera un libro al abrirlo. ¡Qué tiempos aquellos!"


Es la línea siguiente en el libro que estoy leyendo.


—¡Maldición, no lo pudo haber dicho mejor! —me digo, sabiendo que ya no hay libros así, y mucho menos chimeneas, tan solo prendas de ropa adiabáticas que permiten mantener la temperatura corporal más fácilmente estable.


Photo by Michael D Beckwith on Unsplash.


Las líneas que siguen no son menos profundas, ni tampoco menos hermosas; una verdadera obra de arte. Me dispongo a ver el autor: NRBT.


Tales letras me parecen conocidas, las he escrito más de una vez. ¡Son mis iniciales! Nikm Ropnev Bahfv Tixat, ese es mi nombre. ¡Pero cómo, yo no he escrito nada en toda mi vida! Es imposible que pueda ser mío.


Debajo del autor aparece la editorial: la única que hace ahora estos libros —la que desarrollo el nanomaterial del que ahora están hechos—: JTFB.


Me causa intriga saber más, suelto mi libro y tomo mi dispositivo. Cuando lo abro me llagan cientos de notificaciones de todas las redes sociales, ignoro todos por completo. Pido la búsqueda de la editorial JTFB, microsegundos después ya tengo millones de resultados: el primero es la página de la editorial, el segundo una noticia.


Abro la segunda opción, siempre resultan más interesantes. El título: ¿La nueva editorial es una farsa? ¿O lo son sus autores?


El título no me parece del todo claro, pero los primeros párrafos dejan muy en claro lo que quieren decir. Se puede resumir como: "Los autores de las historias publicadas por JTFB no son personas reales, ni siquiera autores; ¡son algoritmos de inteligencia artificial! Los cuales son entrenados con tus gustos para que escriban justamente lo que quieres y te gusta leer.


Los libros se escriben con palabras, pero lo que sentí al leer esto es indescriptible; solo mi lector podrá entenderlo y comprenderme. O eso espero.

Créditos imagen de portada: Janko Ferlič on Unsplash


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